My baby's got the bends

Para los que creerían leer un post sobre gran canción de Radiohead, o sobre el excelente disco de ese grupo, lamento decepcionarlos. Por el contrario, escribiré sobre el origen de esos títulos, que para quienes bucean, no es precisamente algo tan grato.

El buceo se ha popularizado bastante desde los años en los que Jacques Cousteau y Emile Gagnon desarrollaron un tanque de aire portátil con regulador por ahi de los 40's, para sumergirse a grandes profundidades. Actualmente existen alrededor de 5 millones de buzos en el mundo con una gran variedad de actividades que van desde cuestiones militares, industria, hasta ciencia y turismo.

Respirar gas bajo la presión que representa el agua a ciertas profundidades no es algo que deba tomarse a la ligera. En ocasiones genera problemas médicos realmente importantes.

Uno de esos problemas es la enfermedad de la descompresión, o The Bends, que le ocurre a aquellos que respiran nitrógeno u otros gases bajo presión y cuyo cuerpo no alcanza a metabolizarlo.

Inicialmente los médicos describían este desajuste metabólico como propio de constructores de pozos de cimentacion (para construir pilares de soporte de puentes en los ríos u otros terrenos) debido a que en ciertas condiciones, los trabajadores bajan en cámaras cerradas a grandes profundidades y por lo tanto presiones, pero mientras el buceó adquirió popularidad, se dieron cuenta que también le pasaba a aquellos que lo practicaban.

Lo que sucede es que la presión que ejerce el nitrógeno dentro del tanque del buzo aumenta mientras éste desciende (Por cada 10 metros aproximadamente, la presión aumenta casi un Kg. por cm cuadrado). Como la presión debido al nitrógeno aumenta, mientras esto ocurre, nuestro cuerpo recibe cada vez más nitrógeno que se disuelve en nuestros tejidos (la sangre principalmente), pero la complicación aqui es que, a diferencia del oxígeno, el nitrógeno metabolizado de la misma forma por cuerpo y sólo se almacena cuando alcanza tales cantidades.

Para que quede más claro, imagínense una botella de refresco: El líquido tiene disuelto gas, pero mientras la botella está cerrada no lo vemos porque la botella está cerrada a presión. Una vez que la abrimos, la presión de la botella se libera (disminuye hasta igualarse con la presión atmosférica) y como es menor que la presión ambiental; el gas sube en forma de burbujas.

Un buzo que sube a la superficie rápidamente equivale a abrir la botella; mientras sube, la presión debido al nitrógeno disminuye, entonces toda la cantidad de gas en nuestros tejidos tiende a salir y, literalmente como si fuéramos el líquido del refresco, se forman burbujas en nosotros. El peligro aquí depende de los órganos en los que se haya almacenado el gas y de la velocidad con la que salimos del agua.

Pero, ¿Qué les pasa a los enfermos de The Bends?

Dolor en articulaciones de brazos y piernas, dolor de cabeza, cuello y pecho
Comezón en la piel
Incapacidad de orinar
Debilidad en ciertas partes del cuerpo y adormecimiento

Pues bueno, como ven, no la pasarán nada bien y por lo general necesitaran estar en reposo varias horas o dias en una cámara hiperbárica para estabilizarlos.

Tambien pasan cosas no tan intensas cuando eres un principiante del buceo. Una de ellas se asocia con este desequilibrio de gases pero lo que sucede es que al salir estás pedísimo (si, como si hubieras tomado alcohol); todo por la mala regulación de aire y profundidad.
No por nada existen estas cosas que te enseñan mientras tomas clases de buceo:


Si quieren bucear, no se quieran hacer los buzos a la primera, hay que saberle.


Y escuchen The Bends... es un discazo

Hay que saberle...

Chacarera de Santiago... De Chile (Parte 1)

Santiago sorprende. Fue hace ya tiempo (tres años) y recién lo estoy digiriendo, al parecer.

Para llegar a Chile, de acá sales en el verano caluroso y llegas al frío andino después de un viaje mata-piernas, que termina siendo bastante llevadero entre que llenas promesas legales de que no introduces especies exóticas o cosas raras a Chile y te ofrecen vino de ese que, dicen los que saben, es de los mejores de América.

Una ciudad donde el metro en la noche es más caro que en el día; sus boletos son del tamaño de una tarjeta de crédito y tienen promociones, impresas en ellos, para comer en restaurantes de comida rápida (sí sí, de esos que los amantes del activismo y lucha social tildan de “cerdos imperialistas”). Al entrar tienes que esperar (lo digo porque me costó varios viajes captarlo) a que la maquinita de los boletos te imprima la fecha y hora de tu viaje para después regresártelo; al pensarlo es bastante obvio: si tienen promociones, sería ilógico que no pudieras conservar tu boleto. Los desafortunados usuarios que llegaron a ver mi síndrome de viajero tarado, aguantaron muy bien la risa e incluso me explicaron, después de disfrutar el espectáculo del turista y la puerta de acceso, claro.

Los policías son carabineros y el frío del verano santiagueño es diferente, un poco más montañés.

¿Allá sí los respetarán?, por lo menos ya tienen su monumento

Santiago sorprende porque, para un chilango apegado a las dogmáticas concepciones de que vivimos en la ciudad más poblada y contaminada del mundo, conflictúa ver cómo otro sitio puede tener una cortina de humo y porquería tan densa. Y da un sentimiento raro, como de pertenencia.


Con un frío de esos que hacen a la gente vestir gabardinas largas y bufandas, me invitaban un chocognac, y me explicaban cómo era que, debido a que Santiago era un hoyo (como si no supiera lo que es un valle), el smog no salía de la ciudad y los obligaba, desde tiempos inmemoriales, a vivir con un plan permanente de contingencia.

Subíamos un cerro, y yo la verdad menosprecié, pero era evidente que me llevaban a un lugar del que se sentían orgullosos y por lo tanto “algo tendría que tener”. Subíamos, subíamos y subíamos, hacia más frio, caía un aguanieve inédita en mi vida y yo me distraía con los árboles sin hojas que había alrededor.

Después de media hora de caminata, volteé al frente y conocí el blanco. Nieve había visto ya en nuestro nevado de Toluca, la mujer dormida, y hace varios años en el Ajusco. Pero ni esas llegaron a ofrecerme una vista cordillera como los Andes (y nunca lo harían, en realidad, porque no son cordilleras). Es impactante el contraste, que ni en la mejor foto con la mejor cámara ni la mejor iluminación pueden registrar. Levantar la cara y ver ese color, luego voltear y seguirlo viendo hasta que ya no da la vista, es algo para recordar. Después del shock, me fijé en los detalles: una escena con el cielo de un azul que tenía días sin ver, abajo el impactante blanco de los Andes y debajo de eso la nata de la ciudad (por algo no había visto el azul del cielo).

Arriba Andes y nieve, abajo smog denso denso.

Bajando, después de ver de lejos la contaminación, la nieve de los andes y probar la mezcla de chocolate caliente con cognac, conocí el barrio de San Carlos de Apoquindo, famoso por ser de los de familias más adineradas de Santiago, con la Universidad Católica llena de pintas de Alto al cruel ensayo con animales y, de nuevo, con nubes bajas mezcladas de contaminación y el frío de Santiago.

Bastante pintoresco, lástima que soy un pésimo fotógrafo.



Ah, y el título, como alguna canción de Les Luthiers. Aunque ellos hablaban de Santiago del Estero. Pero poco me importó, como se puede ver.

Pronto la parte 2

El código de barras biológico.

Y resulta que en Yucatán trabajan para ser parte del proyecto del código de barras biológico del mundo. Esto es, pues literalmente un código de barras, que pretende recopilar informacion de la biodiversidad del mundo para tener un acervo de ADN de la mayor cantidad posible de seres vivos.
Cada bicho tendra su clave y cuando la metan a una base de datos, la máquina arrojará la información de su biología.
La cuestión aquí es que se enfocarán principalmente en los animales. Lo que dicen es que por la genética de las plantas y los hongos es difícil hacerlo porque sus genes tienen un ritmo de cambio mayor que en la fauna (Lo cual es cierto, pero no hace imposible aun asi, el trabajo)

también considera las plantas y hongos, aunque muchas de éstas formas de vida tienen diversos genes que cambian, se modifican constantemente y pueden dar señalamientos erróneos, por lo que de alguna manera, los trabajos empiezan a avanzar más rápido en el caso de la fauna.

Pobres plantas, ¿Por qué casi nadie en la calle dice "Nooo que no se extingan las orquideas" en vez de (o además de) sufrir porque a los pobres "ositos" polares les quedan poco mas de veinte años?
Aunque tengo que admitir que yo también veria medio extraño a una persona que se conmueva tanto con una planta como al ver un oso bebe o algo de eso.
De cualquier manera, háganles más caso, no sean así.

acá la nota